Eulalia era una niña de 13 años de fe cristiana que vivía en la Villa de Sarrià allá por el 304 dC y se dedicaba a cuidar ocas. Dicen que era muy valiente y que tenía un don de palabra muy desarrollado para su edad (precisamente la etimología de su nombre significa bien-hablada).
Daciano, el emperador que gobernaba Barcino (la Barcelona romana) en ese momento, decidió prohibir la religión cristiana en vista de que sus fieles iban en aumento y temían por el culto imperial.
Eulalia, viendo lo que estaba sucediendo, decidió ir a hablar con el emperador y mostrarle su desacuerdo, y éste, considerando que era demasiado joven para saber lo que decía, le prometió perdonarle la vida si retiraba sus palabras. Eulalia insistió y Daciano, molesto por su impertinencia e insolencia, ordenó que la castigaran tantas veces como años tenía.
La niña fue encerrada en la cárcel, que estaba situada en "l'Arc de Santa Eulàlia", calle que le debe su nombre y que quedó condenada a no ver nunca más la luz del sol y donde actualmente se conserva una pequeña capillita dedicada a ella.
Después de esto, siguieron doce martirios más: fue azotada por las calles, le abrieron la carne con garfios, le tiraron aceite y plomo ardiendo, la marcaron con hierros candentes, le quemaron los pechos, la obligaron a mantenerse de pie sobre brasas encendidas, la metieron en un barril lleno de cristales rotos y cuchillos y la tiraron trece veces por la que ahora conocemos como "la Baixada de Santa Eulàlia", donde todavía se mantienen encendidos lirios por su alma.
Ella sobrevivía a todas las torturas y salía milagrosamente ilesa, decían que estaba protegida por Dios.
No siendo suficiente, la metieron en una habitación llena de chinches, la pasearon desnuda por las calles (milagrosamente creció su pelo y le tapó los pechos) y por último fue crucificada en una cruz en forma de "X", en una postura totalmente indigna. En ese momento cayó una nevada que cubrió todo su cuerpo desnudo.
Finalmente murió en la cruz y unos cristianos que fueron a recoger su cuerpo vieron como una paloma blanca salía de su boca hacia el cielo. Era su alma.